Cuando hablamos del cambio climático e imaginamos lo que habría que hacer para lograr su mitigación, seguramente nos vengan a la cabeza imágenes de aerogeneradores, sofisticados vehículos eléctricos o grandes superficies sembradas de placas solares. Sin duda, todo ello forma parte del paisaje hacia el que debemos transitar si aspiramos a contener el aumento de las temperaturas por debajo de los 2 ºC respecto a los niveles preindustriales, según el objetivo fijado por el Acuerdo de París de 2015.

Pero, ¿qué hay de esos lugares donde pasamos la mayor parte del día? Ya sea nuestra vivienda o la oficina en la que trabajamos, los edificios tienen un papel muy importante en la transición energética necesaria para cumplir los objetivos climáticos. Muchos de ellos están mal aislados o carecen de sistemas eficientes de iluminación o regulación térmica. Por ello es importante comenzar a rejuvenecer edificios. Una cuestión que no solo es relevante a nivel medioambiental como indica Davide Cannarozzi, CEO de GNE Finance, empresa especializada en servicios para la rehabilitación eco-sostenible de viviendas participada por Fundación Repsol: «Hay estudios que ponen en evidencia el impacto en la salud, tanto física como mental, de las personas que viven en un hogar bien rehabilitado».

Diversos estudios señalan aspectos con una incidencia directa en el bienestar de las personas: el rango óptimo de temperatura, por ejemplo, se sitúa entre 21°C y 25°C, y fuera de ese margen, el rendimiento cognitivo puede reducirse un 2% por cada grado; además, la luz inadecuada se vincula a un incremento de la depresión y del número de caídas. Se está estudiando también el ruido como un factor de riesgo en enfermedades cardiovasculares, y la correcta ventilación y la calidad del aire que respiramos en el hogar tienen un papel cada vez más relevante en las enfermedades respiratorias crónicas.

rejuvenecer edificios

No en vano, según la última edición del estudio Quiero Vivir Mejor, elaborado por la Asociación Nacional de Distribuidores de Cerámica y Materiales de Construcción (Andimac), los españoles puntúan con un 6,8 la calidad de vida en sus viviendas. Es más, cerca del 40% de las viviendas españolas no contribuyen al bienestar de las personas que viven en ellas. «No es lo mismo vivir en una vivienda digna, que vivir en una vivienda donde se pasa frío y además se escapa el calor por todas partes. Hay gente que consume mucha energía y a pesar de ello vive en una situación de poco confort», añade desde Fundación Repsol Ane Miren de Ariño.

Precisamente, entidades como Fundación Repsol buscan extender el alcance de las rehabilitaciones eco-sostenibles, trabajando junto con la Administración Pública, para ampliar el impacto. Para ello, Fundación Repsol ha invertido en GNE Finance, una empresa que ofrece una solución innovadora para la gestión integral del proceso de rehabilitación eco-sostenible, ayudando a las comunidades en todo el proceso de rejuvenecer edificios, incluida la financiación. Estas ventajas, combinadas con la asesoría y formación a los beneficiarios, hacen que el hogar reformado, no solo genere ahorro gracias a facturas energéticas de menor importe, sino que implica una mejora radical de la salud y calidad de vida de las personas que viven en él.

Ane Miren de Ariño: «Hay gente que consume mucha energía y a pesar de ello vive en una situación de poco confort»

«Con una rehabilitación en profundidad el potencial de ahorro es muy grande. Si se acomete una obra en la envolvente térmica del edificio, en los cerramientos y en los elementos de agua caliente y calefacción, se puede obtener un potencial de ahorro energético entre el 50% y el 80%», destaca Ane de Ariño, quien apunta que el objetivo de Fundación Repsol «es hacer crecer la rehabilitación en entornos vulnerables y degradados de las ciudades, generando un triple impacto: reducción de emisiones y regeneración de los entornos urbanos; una mejora en la calidad de vida de los beneficiarios, enfocado en los colectivos con menos recursos; y además el fomento del empleo en el sector de las rehabilitaciones y la dinamización de la economía local».

Hoy en día, los edificios son responsables del 40% del consumo de energía de la Unión Europea (UE) y del 36% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) asociadas a la energía. España cuenta con un parque inmobiliario muy envejecido, ya que la antigüedad media de la vivienda supera los 40 años. No obstante, se ha desplegado un plan de rehabilitación que aspira a que se reformen medio millón de inmuebles de aquí a 2024, dotado con ayudas públicas procedentes del Fondo Europeo «NextGeneration EU», por un importe de 6.820 millones de euros. «Esta inversión representa un primer paso, pero no será suficiente para cumplir con los objetivos marcados en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) de aquí hasta el 2030″, apunta Canarozzi.

Actualmente se reforman en España cerca de 30.000 viviendas cada año, equivalentes al 0,12% de los más de 25 millones de viviendas en España. «Si no queremos que España se convierta en un país de segunda división en el contexto europeo, tenemos que incrementar el volumen de rehabilitaciones eco-sostenibles y conseguir superar el medio millón de viviendas rehabilitadas por año cuanto antes. Sin una fuerte colaboración público-privada, el PNIEC se quedará en buenas intenciones, y quien pagará el precio serán los ciudadanos, sobre todo los más vulnerables», señala Cannarozi.

En las últimas décadas, han surgido diversos estándares internacionales sobre edificación, como Passivhaus, LEED, Breeam, RESET, Well o Green, que ponen el acento en la eficiencia energética, el impacto derivado de la edificación, el uso de recursos, la accesibilidad, la innovación, la calidad del aire, el bienestar de sus ocupantes e incluso aspectos puramente sociales, como la creación de comunidades inclusivas y justas. Pero estas certificaciones no son de obligado cumplimiento, por lo que la mayoría de los inmuebles hoy en día no cuentan con ninguna de ellas.

En este ámbito, la Comisión Europea publicó en octubre de 2020 su estrategia sobre una «oleada de renovación«, para mejorar la eficiencia energética de los edificios, que aspira «al menos a duplicar las tasas de renovación en los próximos 10 años«, impulsar la recuperación y disminuir la pobreza energética. Según la Comisión, de aquí a 2030 podrían renovarse 35 millones de inmuebles y crearse hasta 160.000 puestos de trabajo adicionales en el sector de la construcción.

Una transformación a gran escala al rejuvenecer edificios

Como pone de manifiesto la Comisión Europea, rejuvenecer edificios con rehabilitaciones eco-sostenibles podría «desencadenar también una transformación a gran escala de nuestras ciudades y de nuestro entorno edificado y ser una oportunidad para iniciar un proceso con visión de futuro en el que se aúnen sostenibilidad y calidad de vida».

Davide Cannarozzi: «Sin una fuerte colaboración público-privada, el PNIEC se quedará en buenas intenciones»

Y es que rejuvenecer edificios plantea posibilidades interesantes. En la actualidad, el 75% de los edificios de la UE no son eficientes desde el punto de vista energético, pero se estima que entre el 85% y el 95% seguirán en uso dentro de 30 años. Sin embargo, solo un 1% de los edificios se someten cada año a una renovación orientada a mejorar su eficiencia energética. Incrementar este ritmo de rehabilitación es, por tanto, una herramienta clave para cumplir el compromiso europeo de alcanzar en 2050 la neutralidad climática (es decir, cero emisiones de GEI netas).

Al beneficio ambiental de este esfuerzo se le uniría otro económico: la construcción es un sector intensivo en mano de obra, con gran presencia de empresas locales, por lo que las ecorreformas podrían suponer un notable impulso a la recuperación post-covid. De cumplirse las previsiones, en España, las rehabilitaciones eco-sostenibles generarían un impacto económico de 13.500 millones de euros. Y también existe un componente social: el 9,1% de los hogares españoles no puede mantener una temperatura adecuada, por lo que impulsar la renovación eficiente sería una respuesta a la pobreza energética y mejoraría la salud y el bienestar de las personas. Pocas actuaciones aúnan tantos beneficios potenciales. La transición energética, como tantas cosas, empieza en casa.

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